martes, 29 de abril de 2008

La percepcion del habla

Aqui encontraras una serie de diapositivas en PDF que te permitiran entender de una manera cabal este aspecto importante de la sensacion y percepcion.

http://liceu.uab.es/~joaquim/phonetics/Morelia_05/Morelia_05.html



La percepción del habla
Joaquim Llisterri
Grup de FonèticaDepartament de Filologia EspanyolaUniversitat Autònoma de BarcelonaEdifici B, 08193 Bellaterra, BarcelonaJoaquim.Llisterri@uab.eshttp://liceu.uab.es/~joaquim
Escuela de PsicologíaUniversidad Michoacana de San Nicolás de HidalgoMorelia, Michoacán, México7 de febrero de 2005
Revisa sobre todo las siguientes cejas de dicha presentacion:

1.- Presentacion
2.-Metodos para el estudio del habla: en esta parte encontraras un laboratorio al respecto.

No olvides revisar todo el material, recuerda que es fundamental para tu comprension

Trastornos centrales de la percepción auditiva: Vista general de las formas de evaluación y de las prácticas para sobrellevar los trastornos

Por Mignon M. Schminky y Jane A. BaranDepartment of Communication DisordersUniversity of Massachusetts, Amherst, Massachusetts(Departamento de Trastornos de la Comunicación, de la Universidad de Massachusetts, Amherst, Massachusetts)
del ejemplar de otoño,1999 de Deaf-Blind PerspectivesPublicado por Teaching Research Division of Western Oregon University (División de Investigación en Enseñanza de la Universidad de Oregon) para DB-LINK
La audición es un proceso complejo que a menudo damos por sentado. Cuando los sonidos llegan al tímpano, esos sonidos (señales acústicas) comienzan a sufrir una serie de transformaciones a través de las cuales se convierten en neuroseñales. Estas neuroseñales pasan desde el oído, a través de las complicadas redes neurales, hasta otras partes del cerebro para nuevos análisis y, finalmente, reconocimiento o comprensión. Cuando alguien habla sobre capacidades auditivas, la mayoría de nosotros pensamos en el proceso que ocurre dentro del oído, es decir, la habilidad para detectar la presencia de un sonido. De la misma manera, cuando oimos que alguien tiene una pérdida de audición, creemos que la persona ha perdido completa o parcialmente su capacidad para detectar sonidos. Sin embargo, esta habilidad es solamente una parte del proceso que tiene lugar dentro del sistema auditivo.
Hay muchas personas que no tienen dificultad en detectar la presencia de un sonido, pero que tienen otros tipos de problemas auditivos (dificultad para entender conversaciones en ambientes ruidosos, problemas para seguir instrucciones complejas, para aprender nuevos vocabularios o un nuevo idioma) que pueden afectar su capacidad para desarrollar capacidades de lenguaje normales, tener éxito académicamente o comunicarse en forma efectiva. A veces, no se reconoce que estas personas tengan un problema de audición porque tienen la capacidad de detectar los sonidos o reconocer el habla en situaciones ideales de audición. Como parece que "oyen normalmenté", los problemas de estas personas son considerados resultado de un déficit de atención, un problema de comportamiento, una falta de motivación u otras causas. Si esto sucede, la persona puede ser tratada con tratamientos y medicamentos que no atacan el problema auditivo.
Los procesos centrales de percepción auditiva son los mecanismos y procesos del sistema auditivo, causantes de los siguientes fenómenos de conducta.
Lateralización y localización de sonidos
Discriminación auditiva
Aspectos temporales de la audición, incluyendo
-resolución temporal
-enmascaramiento temporal
-integración temporal
-ordenamiento temporal
Desempeño auditivo con señales acústicas rivales
Desempeño auditivo con señales degradadas
Estos mecanismos y procesos se aplican a señales tanto verbales como no verbales y pueden afectar muchas áreas de funcionamiento, incluyendo el habla y el lenguaje (ASHA, 1996, pg. 41).
DEFINICIÓN DE PROCESO DE AUDICIÓN CENTRAL
Katz, Stecker y Henderson (1992) describen el proceso de audición central como "lo que hacemos con lo que escuchamos". En otras palabras, es la capacidad del cerebro (del sistema nervioso central) para procesar las señales sonoras que recibe. El cerebro identifica los sonidos analizando sus peculiaridades físicas distintivas, frecuencia, intensidad y características temporales. Estas son las características que percibimos como tono, volumen y duración. Una vez que el cerebro ha terminado su análisis de las características físicas del mensaje o sonido que recibió, construye una imagen de esa señal usando dichas partes componentes, para compararla con imágenes guardadas. Si encuentra otra igual, entonces entendemos lo que se dice o reconocemos los sonidos que tienen significados importantes en nuestras vidas (sirenas, campanillas, llantos, etc.).
Esta explicación es una simplificación de los procesos complicados y multifacéticos que ocurren dentro del cerebro. La complejidad de este proceso, sin embargo, puede ser apreciada si consideramos la definición del proceso de audición central elaborada por la Asociación Americana del Habla, el Lenguaje y la Audición, la ASHA (American Speech-Language-Hearing Association).
Esta definición reconoce que en el procesamiento de información auditiva están involucradas muchas funciones neurocognoscitivas. Algunas son específicas al proceso de señales acústicas, mientras que otras son de naturaleza más global y no necesariamente únicas al proceso de información auditiva (es decir, la atención, la memoria, la representación del lenguaje). Sin embargo, estas últimas funciones son consideradas componentes del proceso de audición cuando participan en el procesamiento de la información auditiva.
DEFINICIÓN DE TRASTORNOS DEL PROCESO DE AUDICIÓN CENTRAL (CAPD)
El CAPD puede ser definido como una deficiencia en cualquiera de los fenómenos arriba mencionados. No existe una sola causa del CAPD. En muchos niños está relacionado a retrasos de maduración de ciertos centros auditivos importantes dentro del cerebro. A menudo, la capacidad de procesamiento de estos niños se desarrolla cuando crecen. En otros, el déficit está relacionado a diferencias benignas en la forma en que se desarrolla el cerebro, las cuales eneralmente representan problemas más estáticos (es decir, es más probable que persistan durante toda la vida de la persona). En otros niños, el CAPD puede ser atribuido a problemas neurológicos o a procesos de enfermedades, los cuales pueden estar causados por traumatismos, tumores, trastornos degenerativos, infecciones virales, compromiso quirúrgico, envenenamiento con plomo, falta de oxígeno, falta de estímulo auditivo, etc.
Se estima que la incidencia de CAPD en niños es de 2 a 3% (Chermak y Musiek, 1997), el doble en varones que en niñas. Con frecuencia coexiste con otras discapacidades, como trastornos o retrasos del habla y el lenguaje, dislexia o problemas del aprendizaje, déficit de atención con o sin hipercinesia y problemas emocionales y sociales.
ALGUNAS DE LAS MANIFESTACIONES DEL CAPD EN EL COMPORTAMIENTO
A continuación, se detallan las características de algunas de las conductas más comunes en niños con CAPD. Aunque debemos remarcar que muchas de estas características no son exclusivas al CAPD y que algunas se encuentran presentes en personas con otros tipos de déficits o trastornos, tales como déficit de atención, pérdida de audición sensorial, problemas de conducta , dificultades en el aprendizaje o dislexia. Por lo tanto, no debemos asumir que la presencia de cualquiera de estos comportamientos determina que el niño tiene un CAPD. No obstante, si se nota la presencia de algunos de estos comportamientos, se debe considerar que el niño corre el riesgo de tener un CAPD y que debería ser derivado para realizar las pruebas correspondientes. No se puede realizar un diagnóstico definitivo de un trastorno de audición central hasta que no se haga la prueba de audición especializada y se hayan descartado otras etiologías.
Dificultad para oír en situaciones ruidosas
Dificultad para seguir conversaciones largas
Dificultad para escuchar conversaciones telefónicas
Dificultad para aprender una lengua extranjera o un vocabulario difícil
Dificultad para recordar información oral (es decir, déficit de memoria auditiva)
Dificultad para tomar apuntes
Dificultad para mantenerse enfocado en una actividad, si existen otros sonidos en el ambiente (es decir, el niño se distrae fácilmente con otros sonidos)
Dificultad con la organización
Dificultad para seguir instrucciones con varios pasos
Dificultad para dirigir, mantener o dividir la atención
Dificultad para leer o deletrear
Dificultad para procesar información no oral (ej., falta de apreciación musical)
Existen varias listas de comportamientos elaboradas para controlar sistemáticamente las conductas que puedan sugerir un CAPD (Fisher, 1976; Kelly, 1995; Smoski, Brunt, & Tannahill, 1992; Willeford & Burleigh, 1985). Algunas de esas listas fueron hechas para maestros y otras para padres; las mismas pueden ayudar a determinar si un niño deber ser enviado a consultar a un audiólogo para que éste haga una evaluación del proceso de audición central.
COMO SE EVALDAA EL CAPD
El CAPD se evalúa utilizando pruebas especiales diseñadas para medir las varias funciones auditivas del cerebro. Sin embargo, antes de comenzar este tipo de prueba, es importante que a la persona se le haya hecho un examen auditivo de rutina, por razones que más adelante serán obvias.
Existen varias pruebas de audición que el audiólogo puede usar para evaluar la función de audición central y se dividen en dos categorías: pruebas de comportamiento y pruebas electrofisiológicas. Las pruebas de comportamiento se dividen a su vez en cuatro subcategorías, incluyendo las pruebas monoaurales de comprensión del habla con bajo nivel de redundancia, pruebas de habla dicótica, pruebas de patrones temporales y las pruebas de interacción biaural. Debe notarse que los niños evaluados no pasarán necesariamente por una prueba de cada categoría, sino que el audiólogo elegirá un grupo de pruebas para cada niño. Dicha selección dependerá de varios factores, incluyendo la edad del niño, las dificultades auditivas específicas del mismo, la lengua materna del niño y su nivel cognitivo. En la mayoría de los casos, los niños menores de 7 años no son aptos para este tipo de pruebas de diagnóstico. Además, las evaluaciones del proceso de audición central, pueden no ser adecuadas para niños con retrasos de desarrollo serios (es decir, con déficits cognoscitivos).
La falta de espacio nos priva de una discusión exhaustiva de cada una de las pruebas disponibles para uso clínico. Sin embargo, damos una breve descripción de las categorías más importantes, junto con una descripción abreviada de algunas pruebas que son consideradas representativas de las muchas disponibles para las evaluaciones de audición central.
PRUEBAS ELECTROFISIOLÓGICAS
Las pruebas electrofisiológicas son mediciones de las respuestas del cerebro a los sonidos. Para estas pruebas se colocan electrodos en los lóbulos de las orejas y en la cabeza del niño para medir el potencial eléctrico que surge del sistema nervioso central, como respuesta a un estímulo auditivo. Generalmente este estímulo es el sonido de un clic que se hace escuchar al niño para registrar la respuesta eléctrica. Algunas pruebas electrofisiológicas se usan para evaluar procesos del cerebro inferior (audiometría por potenciales evocados del tronco cerebral, o BERA por sus siglas en inglés); otras evalúan el funcionamiento en partes más altas del cerebro (potenciales evocados de latencia media, potenciales evocados tardíos, potenciales cognoscitivos auditivos o P300). Los resultados obtenidos en estas pruebas se comparan con normas según la edad para determinar si existen anomalías.
PRUEBAS DE COMPORTAMIENTO
Pruebas monoaurales del umbral de inteligibilidad verbal: gracias a la riqueza de las vías neurales en nuestros sistemas auditivos y la redundancia de la información acústica en la lengua hablada, un oyente normal puede reconocer el habla aún cuando ciertas partes de la señal estén ausentes. Sin embargo, esta capacidad a menudo se ve comprometida en la persona con CAPD. Las pruebas monoaurales del umbral de inteligibilidad verbal representan un grupo de pruebas destinadas a evaluar la capacidad de una persona para lograr coherencia cuando falta información. Los estímulos orales en estas pruebas han sido modificados cambiando una o más de las siguientes características de la señal oral: frecuencia, intensidad o característica temporal.
Un ejemplo de prueba en esta categoría es la prueba de lenguaje comprimido (Compressed Speech test, Beasley, Schwimmer, & Rintelmann, 1972), en la cual las señales del lenguaje han sido alteradas electrónicamente quitando partes de la señal original. La prueba se hace en cada oído individualmente y se pide al niño que repita las palabras que se le presentan. Se saca el porcentual de respuestas correctas para cada oído y esto se compara con las normas para la edad correspondiente.
PRUEBAS DICÓTICAS
En estas pruebas se presentan diferentes elementos del habla a cada oído, ya sea simultáneamente o de manera superpuesta y se pide al niño que repita todo lo que escucha (atención dividida) o que repita lo que escucha específicamente en un oído (atención dirigida). La tarea será más difícil, cuanto más similares y alineados acústicamente estén los elementos de la prueba.
Una de las pruebas más comúnmente usadas en esta categoría es la prueba de dígitos dicóticos (Dichotic Digits, Musiek, 1983), en la que el niño escucha cuatro números presentados a los dos oídos, a un volumen cómodo. En cada elemento de prueba se presentan dos números a un oído y dos números al otro oído. Por ejemplo, en la figura uno, el número 5 es presentado al oído derecho al mismo tiempo que el 1 es presentado al izquierdo. Luego los números 9 y 6 son presentados simultáneamente a ambos oídos. Entonces, se le pide al niño que repita todos los números que ha escuchado y así se determina el porcentual de respuestas correctas para cada oído, que será luego comparado con las normas según la edad correspondiente.
Dígitos dicóticos
5, 9 ---> <---- 1, 6
(Para los que solamente leen el texto: La figura 1 muestra los números 1 y 6 entrando al oído izquierdo y los números 5 y 9 entrando al derecho).
PRUEBAS DE PATRONES TEMPORALES
Estas pruebas están diseñadas para evaluar la capacidad del niño para detectar señales auditivas no verbales y reconocer el orden de presentación (o sea, el patrón) de estos estímulos. Se puede solicitar al niño que simplemente tararee el orden de presentación. En este caso el procesamiento de los estímulos ocurrirá mayormente en el hemisferio derecho del cerebro. En cambio, si se solicita al niño que describa el orden usando palabras, entonces el hemisferio izquierdo del cerebro también participará, así como las fibras auditivas más importantes que conectan las porciones auditivas de los dos hemisferios del cerebro.
Pruebas secuenciales de patrones de frecuencia (Musiek y Pinheiro, 1987) es una de las pruebas temporales que más se usan en niños. Los elementos de la prueba son secuencias de tres tonos súbitos que son presentados a un oído o a ambos. En cada una de la secuencias, dos tonos son de la misma frecuencia, mientras que el tercero es de frecuencia diferente. En esta prueba se usan solamente dos frecuencias diferentes: una es un sonido de alta frecuencia y la otra un sonido de baja frecuencia. Por lo tanto, el niño escucha un orden tal como alto, alto, bajo o bajo, alto, bajo y luego se le pide que tararee o describa el orden que escuchó. Como en otras pruebas centrales, los elementos de la misma son presentados a niveles que son cómodos para el niño. Se determina el porcentual de respuestas correctas para ser comparado con las normas según la edad correspondiente.
Pruebas de interacción biaural. Son también denominadas pruebas de integración biaural. Estas pruebas evalúan la capacidad de las estructuras en la parte inferior del cerebro (tronco cerebral) para recibir información incompleta presentada a los dos oídos e integrarla de alguna manera. La mayoría de las pruebas en esta categoría presentan partes diferentes de una señal hablada a cada oído separadamente. Si se presenta solamente una parte de la señal, el niño generalmente no puede reconocer el elemento de la prueba. Sin embargo, si las dos partes diferentes del estímulo son presentadas simultáneamente, una porción a cada oído, el niño con capacidades de procesamiento normales no tiene dificultad en reconocer el elemento de la prueba. Esto es así porque las dos partes (que son irreconocibles presentadas aisladamente) están integradas en un único estímulo identificable, por el sistema nervioso auditivo.
Ejemplo en esta categoría es la prueba de percepción del habla que alterna rápidamente (Rapidly Alternating Speech Perception, Willeford, 1976). En esta prueba algunas partes de la oración son divididas en segmentos breves que son alternados rápidamente entre los dos oídos. El ejemplo a continuación es una aproximación de lo que sucede en una oración cuando es segmentada de tal manera. En este ejemplo, el primer sonido en la oración put a dozen apples in the sack (representada por pu), se presenta al oído derecho, y el sonido T al izquierdo y así sucesivamente. Si el niño oye solamente los segmentos presentados en un oído o el otro, es probable que no sea capaz de reconocer la oración. Sin embargo, si los segmentos de ambos oídos son presentados al niño en forma cohesiva, el reconocimiento de la oración mejora notablemente, siempre y cuando esta función del cerebro en particular esté intacta.
Percepción del habla que alterna rápidamente
PU A ZE AP S N SA ---> <--- T DO N PLE I THE CK
(Para los que solamente leen el texto: La figura 2 muestra una representación visual del ejemplo arriba mencionado, con las letras PU, A, ZE, AP, S, N, SA, presentadas al oído derecho y T, D, O, N, PLE, I, THE, CK, presentadas al oído izquierdo).
LAS INFLUENCIAS DEL CAPD SOBRE LA EDUCACIÓN
La lista de observaciones de comportamientos mencionada anteriormente en el artículo señala muchos de los problemas de lenguaje, de habla y problemas académicos que pueden aparecer en el niño con CAPD. No es inusual observar problemas en el lenguaje y el habla y problemas académicos (muchos de ellos fundados en el lenguaje), en niños con CAPD, puesto que las habilidades lingúísticas se desarrollan más eficientemente a través de la audición. Si un niño tiene dificultades en procesar los sonidos acústicos breves y rápidamente cambiantes de la lengua hablada, es probable que tenga problemas para reconocer los sonidos hablados del lenguaje. Si se encuentran dificultades para reconocer el sistema de sonido del lenguaje, entonces es probable que se encuentren otros problemas cuando se le pida al niño que junte los sonidos del habla con sus representaciones alfabéticas (habilidad básica para el desarrollo futuro de la lectura y la escritura). Esto, a su vez, puede conducir a problemas de comprensión y a un bajo rendimiento académico. Conviene recordar en este punto que no los niños con CAPD no siempre tendrán todos estos problemas. Existe una gran variedad de problemas que pueden aquejar a los niños con CAPD; no obstante, debe reconocerse que la presencia de un CAPD acarrea el riesgo de desarrollar muchos de estos problemas académicos y de lenguaje.
ESTRATEGIAS PARA SUPERAR EL CAPD
Existen varias maneras de ayudar a los niños a superar el CAPD. Los procedimientos o métodos exactos dependerán de varios factores, entre ellos la naturaleza del CAPD, la edad del niño, la presencia paralela de otras discapacidades o problemas y la disponibilidad de recursos. En general, las estrategias pertenecen a tres categorías principales: (a) realzar la percepción auditiva de la persona, (b) realzar el lenguaje y los recursos cognitivos, (c) mejorar la calidad de la señal auditiva.
A continuación presentamos algunos de los procedimientos que pueden ser usados para un niño con un CAPD. Una información detallada iría más allá del alcance de este artículo, pero la misma puede encontrarse en las referencias al final del artículo.
Muchos de los niños con CAPD se beneficiarían del entrenamiento auditivo y de saber cómo se producen los sonidos. La intervención también puede incluir la identificación (y entrenamiento del uso) de estrategias que puedan ser usadas para superar dificultades académicas, de habla y lenguaje y auditivas específicas. Varias son las acciones a las que podemos recurrir para mejorar la calidad de la señal que llega al niño. Se les pueden facilitar dispositivos de ayuda auditiva que deberían servir para ampliar la voz del maestro y reducir la interferencia de otros ruidos y sonidos de la clase. Se pueden realizar modificaciones acústicas en la clase (p.ej., alfombras, losas acústicas para el cielo raso, tratamientos en las ventanas) que ayudarían a minimizar los efectos negativos del ruido, sobre la capacidad del niño para procesar el habla en el medio educativo.
Finalmente, los maestros y los padres pueden ayudar al niño a superar su déficit auditivo tratando de hablar claramente, reformulando la información, dejándole un asiento preferencial, usando ayuda visual para complementar la información y así sucesivamente. El programa debe estar diseñado para satisfacer las necesidades del niño y debe tener un enfoque interdisciplinario. Los padres, maestros, especialistas en educación y otros profesionales, según corresponda, deberían participar en la elaboración e implementación del programa del niño.
LOS NIÑOS CON CAPD PUÉDEN O NO TENER UNA PÉERDIDA DE AUDICIÓN
Los niños con CAPD no tienen pérdida de la audición en términos de pérdida de sensibilidad auditiva. La mayoría de los niños con CAPD tienen sensibilidad auditiva normal y sus problemas de audición no serán detectados con las pruebas de audición de rutina, a menos que se realice alguna de las pruebas especiales ya descritas. Estos niños, sin embargo, tienen una pérdida de audición en el sentido de que no procesan normalmente la información oral. Tienen déficits de audición que pueden ser tan debilitantes como una pérdida auditiva no identificada. Si el déficit no es descubierto a tiempo y tratado como corresponde, muchos de estos niños tendrán retrasos en el habla y el lenguaje, bajo rendimiento o fracaso académico, pérdida de su amor propio y problemas emocionales y sociales.
NIÑOS CON CAPD Y PÉERDIDA DE AUDICIÓN
Es posible que un niño tenga un CAPD y una pérdida de audición. Afortunadamente, la mayoría de aquéllos examinados para pruebas de audición central, tienen capacidad auditiva normal (es decir, sensorial). Sin embargo, los niños con pérdida de audición sensorial, también pueden tener un CAPD. En realidad, la presencia de una pérdida auditiva sensorial puede colocar al niño en situación de riesgo de ser afectado por un CAPD. Esto se debe a que los centros y vínculos cerebrales se desarrollan con el estímulo del sonido. Una pérdida de audición sensorial puede limitar la cantidad y el tipo de estímulo auditivo necesario para un desarrollo óptimo del sistema nervioso auditivo. Si esto sucede, es probable que se produzcan déficits de audición.
Muy a menudo se le pregunta a los audiólogos si "es posible realizar una prueba de pérdida de audición, en un niño con CAPD es posible realizar una prueba de CAPD en un niño con una pérdida de audición sensorial," y la respuesta no es un simple "sí" o "no". Se pueden realizar las pruebas en niños conpérdida de audición, siempre y cuando tengan alguna capacidad auditiva (es decir, sensorial). La interpretación de los resultados de las pruebas se hace más difícil si existe una pérdida de audición sensorial, pero hay distintos modelos de resultados de pruebas que pueden indicar la presencia de un CAPD. Aún más, existen ciertas pruebas que el audiólogo puede usar que no son afectadas de la misma manera que las otras por la presencia de una pérdida auditiva. Estas pruebas deberían ser realizadas siempre que sea posible. Desafortunadamente, hay algunas personas con pérdidas tan serias que la prueba no puede llevarse a cabo. Como regla general, si la persona tiene una pérdida auditiva que se encuentra en el rango entre seria a profunda, la prueba no podrá hacerse.
FUENTES DE INFORMACIÓN ADICIONAL
Los libros en la lista de referencias son buenas fuentes de información. Además, hemos elaborado una lista de sitios que pueden ser de ayuda.
SELECCIÓN DE SITIOS PARA MAESTROS Y PADREShttp://www.kidspeech.com/tips.html http://www.ldanatl.org/factsheets/Auditory.html http://www.healthtouch.com/level1/leaflets/aslha/aslha024.htm http://www.ldonline.org/ld_indepth/process_deficit/table_deficits.html http://www.ldonline.org/ld_indepth/process_deficit/pro_deficits.html/ http://www.Kidshealth.org/parent/healthy/central_auditory.html
BIBLIOGRAÚDA
American Speech-Language-Hearing Association (1996). Central auditory processing: Current status of research and implications for clinical practice. American Journal of Audiology, 5 (2), 41-54.
Beasley, D.S., Schwimmer, S., & Rintelmann, W.F. (1972). Intelligibility of time- compressed CNC monosyllables. Journal of Speech and Hearing Research, 15, 340- 350.
Chermak, G.D., & Musiek, F.E. (1997). Central auditory processing disorders: New perspectives. San Diego: Singular Publishing Group. Fisher, L. (1976). Fisher´s auditory problems checklist. Bemidji, MN: Life products.
Katz, J., Stecker, N.A., & Henderson, D. (1992). Introduction to central auditory processing. In J. Katz, N.A. Stecker & D. Henderson (Eds.), Central auditory processing: A Tran disciplinary view (pp. 3-8). St. Louis: Mosby Year Book, Inc.
Masters, M.G., Stecker, N.A., & Katz, J. (1998). Central auditory processing disorders: Mostly management. Boston: Allyn & Bacon.
Kelly, D.A. (1995). Central auditory processing disorders: Strategies for use with children and adolescents. San Antonio, TX: Communication Skill Builders.
Musiek, F.E.(1983). Assessment of central auditory dysfunction: The dichotic digit test revisited. Ear and Hearing, 4, 79-83.
Musiek F.E., & Pinheiro, M.L. (1987). Frequency patterns in cochlear, brainstem, and cerebral lesions. Audiology, 26, 79-88.
Smoski, W.J., Brunt, M.A., & Tannahill, J.C. (1992). Listening characteristics of children with central auditory processing disorders. Language, Speech and Hearing Services in Schools, 23, 145-152.
Willeford, J.A., & Burleigh, J.M. (1985). Handbook of central auditory processing disorders in children. Orlando, FL: Grune & Stratton.
Willeford, J. (1976). Differential diagnosis of central auditory dysfunction. In L. Bradford (Ed.), Audiology: An audio journal for continuing education (Vol. 2). New York: Grune & Stratton.
Dirección para comunicarse con los autores de este artículo: Jane A. Baran, Ph.D., Professor, Department of Communication Disorders, University of Massachusetts, 127 Arnold House, Amherst, MA 01003-0410. Telephone: (413) 545-0565; Fax: (413) 545-0803; baran@comdis.umass.edu

martes, 15 de abril de 2008

LABORATORIO DE SONIDOS

Bienvenidos al laboratorio de sonidos!... Aquí vamos a experimentar un poco con los sonidos, aprender como se producen y como se propagan. Para aprovechar mejor la visita a este laboratorio virtual nuestra computadora deberá tener instalada una placa de sonido con sus correspondientes parlantes y, si es posible, un micrófono. Pero si no tenemos esas cosas, también aprenderemos mucho.

La pagina de referencia se encuentra en el siguiente link

http://pagciencia.quimica.unlp.edu.ar/labsonid.htm

Revisa todos los link que aparecen en la pagina, estudialos, analizalos y envia tus comentarios.

Los veneros de petróleo que nos dio el Diablo

Fernando del Paso
Los veneros de petróleo que nos dio el Diablo

Con esta contribución me incluyo y me retiro al mismo tiempo del llamado debate sobre el petróleo. En un programa difundido la semana pasada en el Canal 11, el senador por el PRD Graco Ramírez afirmó –cito de memoria– que la gran mayoría de los mexicanos tiene una opinión definida sobre el futuro del petróleo en México. Es probable que, sin embargo, yo no pertenezca a esa gran mayoría: me retiro porque no tengo la capacidad, o en otras palabras, la preparación, los estudios necesarios para opinar sobre las implicaciones tecnológicas y económicas de una reforma energética. Coincido con lo que dijo Manuel Bartlett Díaz en la revista Forma del mes de enero-febrero de este 2008: “Nadie sabe qué es la reforma energética y todos saben qué es la reforma energética”.
Sí pertenezco, en cambio, a esa mayoría total –quiero pensar que lo es– de mexicanos que estamos dispuestos a defender a ultranza nuestro petróleo. ¿Quién no lo está? Pero pertenecer a esta mayoría, y formar parte de un grupo selecto en el que se mezclan simples novelistas –como un servidor– con expertos en politología, historia y economía, es otra cosa. En este caso, pienso que el escritor queda en desventaja. O al menos yo, por mi ignorancia.
Ampararse con la bandera de la ignorancia no es, desde luego, un motivo de orgullo y mucho menos un pretexto digno para retirarse de la arena. En las últimas semanas he leído con asiduidad y con cuidado una buena parte del material que se ha publicado sobre la reforma energética –o mejor dicho la petrolera–, y he tomado notas de los debates difundidos, sobre este tema, en el Canal 11. Lo menos que podía hacer, creo, era tratar de saber por qué no sé y, así, saber un poco más.

La mancuerna del Diablo
Defender nuestro petróleo de los intereses extranjeros implica, entre otras cosas –y cuando menos–, saber por qué lo hacemos. Algo en este sentido puede enseñarnos la historia y en particular la de América Latina, que no ha sido otra cosa, desde hace dos siglos, que la patética relación de los dorados auges y las caídas estrepitosas de sus productos, o en otras palabras la alternancia del milagro económico y la quiebra súbita y casi absoluta.
Desde 1810, cuando los países latinoamericanos bajo el dominio español comenzaron a independizarse, Inglaterra se propuso evitar que estas ex colonias cayeran en manos francesas o estadunidenses. En las siguientes décadas, los ingleses ya se habían encargado de construir en nuestros países varios ferrocarriles destinados no a beneficiar el transporte interno de materias primas y mercancías, sino a facilitar la salida de éstas al mar, con destino al Reino Unido. En 1850, estaban ya terminados el ferrocarril de Maná, en Brasil; el de Copiapó, en Chile, y el de Veracruz-El Molino, de México. Siguieron, pocos años después, en Colombia el de Aspinwall-Panamá y, en 1857, en Argentina, el de Buenos Aires-Suroeste.
Pocos años más tarde unas cuantas empresas inglesas se habían ya apoderado del cobre chileno y creado un imperio azucarero en el archipiélago de Sotavento, las Guayanas, Jamaica, Haití, Guadalupe, Puerto Rico, las costas peruanas y desde luego, Cuba, cuyo dominio no tardaría en pasar de las manos británicas a las estadunidenses; esta isla del Caribe no sólo le sería útil a Estados Unidos para hacer de ella un gran burdel en beneficio de la mafia, sino también para controlar la producción y el aprovechamiento de algo más que el azúcar y el tabaco: el níquel, el cobre, el hierro, el manganeso y el tungsteno.
Entre las fuentes y documentos a los que podemos acudir para ratificar las inmensas depredaciones que ha sufrido nuestro continente, destaca desde luego el libro del uruguayo Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina, uno de los recuentos más lúcidos y completos y, diría yo, más dolorosos, de la expoliación que han sufrido nuestros pobres países al “asociarse” con empresas extranjeras representantes del capitalismo más puro y salvaje. Esto no hubiera sido posible, desde luego, sin la corrupción y la connivencia criminal de gobernantes latinoamericanos siempre dispuestos a asociarse con los intereses extranjeros para completar la mancuerna. Los casos han sido numerosos. Entre ellos, por ejemplo, el del presidente Castelo Branco de Brasil, quien le entregó a la US Steel el derecho de adquirir 49 por ciento de las acciones de los yacimientos de hierro de la sierra de Los Carajas. Esta empresa, nos cuenta Galeano, se encargó también de sacar, y transportar en sus propios buques, “todo el hierro que se extraía en cantidades gigantescas del Cerro de Bolívar el Venezuela”, como nos cuenta Galeano. Otro ejemplo es el del sanguinario dictador guatemalteco, Jorge Ubico, quien le otorgó a las empresas cafetaleras y bananeras extranjeras lo que Galeano llama “el derecho a matar”, al exentar a los finqueros de responsabilidad criminal respecto a la muerte de sus trabajadores.
Estos finqueros eran, por supuesto, representantes de la United Fruit, el gigante estadunidense que les hizo merecer, a los países centroamericanos por él explotados, el nombre de Repúblicas Bananeras. “Mamá Yunai”, como se llamaba a esta empresa –y tal fue el título de la novela del costarricense Carlos Luis Fallas– ejerció durante muchos decenios una explotación inmisericorde de sus trabajadores, corrompió gobiernos, organizó matanzas y puso y depuso a dictadores. Fue también la responsable, la United Fruit –y esto no lo dice un libro escrito por un comunista: lo dice la Enciclopedia Británica–, del asesinato del líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán durante el Bogotazo de 1948.
Hubo, sí, mandatarios que lucharon contra estos intereses. Su destino fue trágico.
A fines del sigo XIX, el presidente Balmaceda, de Chile, anunció su intención de nacionalizar los distritos salitreros del país. Los barcos británicos bloquearon las costas de Chile y Balmaceda, derrotado y derrocado, se suicidó. Ya entrado el siglo XX, en 1930, cuando el Congreso Argentino estaba a punto de votar la ley que disponía la nacionalización del petróleo, el presidente Hipólito Irigoyen fue derribado por el general José Félix Uriburu.
Los veneros del Diablo
La frase que aparece en el poema La Suave Patria, del gran poeta zacatecano Ramón López Velarde, resultó profética: el petróleo es un regalo que nos dio el Diablo.
Casi no hubo materia prima importante producida en la América Latina: el salitre, el nitrato de sodio, el azúcar, el algodón de Marañao, el cacao “que alumbró las fortunas de la oligarquía de Caracas” –Galeano– que no fuera objeto de la codicia y del pillaje primero británico y después estadunidense: Estados Unidos comenzó a ganarle terreno al decadente imperio británico y comenzó así el reinado de Union Carbide, Cynamid, Minnesota Manufacturera, Dow Chemical, Lever Brothers, Westinghouse y una veintena más, estadunidenses primero, multinacionales después, que se encargaron de imponer y sostener a todos aquellos sátrapas que las apoyaron: dictadores de opereta, sádicos, carniceros, feroces, asesinos, histriones y dementes. La lista es muy larga.
Ya para entonces, también, el petróleo se había vuelto el rey de las materias primas. Descubierto en lo que es hoy Irak hace más de 2 mil años, fue en un país vecino, Persia –hoy Irán–, donde, en 1901, Gran Bretaña consiguió del Sha Muzafarr al-Din la concesión para la explotación de la región. En unos cuantos años siguieron Kuwait, Bahrein y la conquista de Bagdad, la ciudad que fue clave para los británicos en su camino a la India y sobre todo en la ruta hacia los campos petroleros iraníes. Tras la Segunda Guerra Mundial, fue Estados Unidos, no Inglaterra, el país que aseguró en su beneficio los suministros petroleros de la región saudita, cuando, a bordo del barco Quincy, en aguas de Suez, Roosevelt celebró un tratado con Ibn Saoud, el fundador de la moderna Saudiarabia.
Una quincena de años antes, dos empresas petroleras, la Standard Oil de Nueva Jersey y la Shell, provocaron la guerra de El Chaco, el conflicto más cruento de toda la historia de América Latina, en el cual se enfrentaron los dos países más pobres del continente en ese entonces: Bolivia y Paraguay. Más de 80 mil bolivianos y 40 mil paraguayos pagaron con sus vidas. Nuevamente, no fue un comunista el que denunció el siniestro papel que jugaron estos dos gigantes: lo hizo un personaje de la política estadunidense, Huey Long, senador y después gobernador de Luisiana.
El Diablo en México
Es de suponerse que los mexicanos conocemos bien la historia de nuestro petróleo. En 1938, la nacionalización realizada por Lázaro Cárdenas afectó profundamente los intereses petroleros de varias naciones como Inglaterra, Holanda y los Estados Unidos. Entre las empresas nacionalizadas se encontraban, como lo señala la Enciclopedia de México de Rogelio Álvarez, la Huasteca Petroleum Co., la Sinclair Pierce Oil Co., la Standford y Cía., la California Standard Oil, la Consolidated Oil Co., la Atlantic Gulf Refining y la Transportation Co. A pesar de que México cumplió con el compromiso contraído para indemnizar a esas compañías, la estadunidense Standard Oil y la holandesa Royal Dutch bloquearon las exportaciones mexicanas de petróleo y abastecimientos para pozos y refinerías. Éstas y otras empresas ya se habían encargado de agotar, y llevarse consigo, la riqueza de la “Faja de Oro”, en los tiempos en que México cubría 25 por ciento de la demanda petrolera planetaria.
Pero el presidente Cárdenas no fue derrocado por los militares. No fue asesinado. No se suicidó. No acabó sus días en el exilio. A sabiendas de que a Estados Unidos le convenía tener a su alcance la riqueza petrolera mexicana para acaparar la producción e incluso apoderarse de ella si era necesario, obligó a México a declararle la guerra al Eje. México había sido neutral durante la Gran Guerra. Esta vez, esa posición era intolerable. Y fue entonces cuando se maquinó, de la manera más burda, el casus belli indispensable: el supuesto bombardeo, por parte de submarinos alemanes, de varios buquetanques petroleros: el Potrero del Llano, el Faja de Oro, Las Choapas y el Amatlán.
Con algo más pagamos: con la participación en la guerra de más de 15 mil mexicanos que vivían en Estados Unidos (Enciclopedia de México), y la muerte de cinco pilotos mexicanos del Escuadrón 201 en la guerra del Pacífico. Y también con el trabajo de decenas de miles de braceros mexicanos que exigían los agricultores del sur de Estados Unidos para levantar sus cosechas de algodón, uva, betabel, naranja, y otras frutas y verduras.
A pesar de que faltaban veinte años para que el carismático líder César Chávez creara una organización que defendiera los intereses de los inmigrantes en esas tierras, siempre humillados y explotados, los braceros mexicanos descubrieron algo en ellas que era un poco mejor que el infierno, y que les permitía llevar dólares a su país. Y éste fue el detonador de lo que se convirtió en la inmensa e incontrolable emigración de mexicanos hacia Estados Unidos.
Es, pues, la historia, y no la histeria, la que nos proporciona razones más que suficientes para desconfiar de nuestra asociación con cualquier empresa extranjera.